martes, 30 de abril de 2013

El pabellón de las ostentaciones o Facebook como promotor del ostracismo




Para quienes nacimos en un mundo distinto resulta sombrío ver hacia donde se dirige la humanidad en un incomprensible afán de auto proscripción. Dicen que todo tiempo pasado fue mejor y aunque tal vez parezca una frase hecha a medida para quienes la brecha generacional se ha ensanchado muchísimo, lo cierto es que el errare humanum está cada vez más a flor de piel y haciéndose parte substancial del comportamiento general.
Se pone uno a pensar en que estaba pensando Mark Zuckerberg (satanás lo tenga en sus dominios) cuando creó su Facebook. ¿Realmente se le ocurrió pensar que podría convertirse en un hábitat cibernético de enajenados? Irónicamente le llaman redes sociales a eso.
Antes actuábamos con más inclinación a buscar el contacto humano, aún los más retraídos y medrosos lo preferían, no había mundos de gente perfecta a ultranza, éramos como éramos y nos conocíamos como tal. El que era, era y el que tenía, tenía. Y claro no faltaba quien pretendiera parecer más de lo que era o pretendiera hacer creer que tenía más de lo que en realidad tenía, fatuos siempre ha habido, pero era relativamente fácil descubrir la verdad sin tanta dificultad; bastaba verles a los ojos.
El contacto personal es algo que se está perdiendo y no sabe la humanidad de lo que se pierde. Nada era mejor que tener amigos de carne y hueso, no perfectos ni mucho menos desconocidos y verles diariamente y convivir con ellos y hacer estallar esa dinamita de la que estábamos hechos cuando éramos pequeños.

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