Para quienes nacimos en un mundo
distinto resulta sombrío ver hacia donde se dirige la humanidad en un
incomprensible afán de auto proscripción. Dicen que todo tiempo pasado fue
mejor y aunque tal vez parezca una frase hecha a medida para quienes la brecha
generacional se ha ensanchado muchísimo, lo cierto es que el errare humanum
está cada vez más a flor de piel y haciéndose parte substancial del
comportamiento general.
Se pone uno a pensar en que
estaba pensando Mark Zuckerberg (satanás lo tenga en sus dominios) cuando creó
su Facebook. ¿Realmente se le ocurrió pensar que podría convertirse en un
hábitat cibernético de enajenados? Irónicamente le llaman redes sociales a eso.
Antes actuábamos con más
inclinación a buscar el contacto humano, aún los más retraídos y medrosos lo
preferían, no había mundos de gente perfecta a ultranza, éramos como éramos y
nos conocíamos como tal. El que era, era y el que tenía, tenía. Y claro no
faltaba quien pretendiera parecer más de lo que era o pretendiera hacer creer
que tenía más de lo que en realidad tenía, fatuos siempre ha habido, pero era
relativamente fácil descubrir la verdad sin tanta dificultad; bastaba verles a
los ojos.
El contacto personal es algo que
se está perdiendo y no sabe la humanidad de lo que se pierde. Nada era mejor
que tener amigos de carne y hueso, no perfectos ni mucho menos desconocidos y verles
diariamente y convivir con ellos y hacer estallar esa dinamita de la que estábamos
hechos cuando éramos pequeños.
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