jueves, 17 de octubre de 2013

Arando en el mar



Arando en el mar

Pues resulta que con el andar por la vida cuando se va uno acercando al final, el destino o llámesele como se quiera nos va restando y restando y restando, nos deja en la soledad, nos quita todo. Se pierde con la ausencia de la madre la devoción hecha persona, con los familiares los pilares que te construyeron, con las mascotas se evapora la compañía, amistad y fidelidad a toda prueba, con los hermanos se va una parte de ti mismo que te deja mutilado para siempre. Con los hijos… con ellos se va la vida misma.

Y con los demás que se han cruzado en tu camino; no importa que tanto te hayas esforzado por tener buenas relaciones con la gente, ellos te desecharán. No importa que tanto hayas socorrido a algunos, voltearán el rostro cuando pasen a tu lado. No importa que tanto hayas vivido y aprendido, a nadie le importará tu experiencia. No importa cuánto hayas amado, te dejarán de querer. No importa que tanto padecieras las penas de otros, ellos no tendrán compasión de ti. No importa que tanto los hayas respetado, te pisotearán. No importa que tanto los hayas halagado, blasfemarán de ti. No importa que jamás les hayas juzgado, ellos te juzgarán duramente. No importa lo leal que fuiste, te traicionarán. No importa cuánto los hayas elogiado y engrandecido, de todas formas te censurarán. No importa que tanto los hayas mimado, te pagarán con desprecio.

Siempre consideré que en términos generales, la gente era un mal negocio… no sé por qué no hice caso de mi intuición.

Que desaliento ese de tener la sensación de haber arado en el mar, como si la vida hubiera pasado por nuestras manos en vano, como si no hubiésemos hecho nada.