Arando en el mar
Pues resulta que con el andar por
la vida cuando se va uno acercando al final, el destino o llámesele como se
quiera nos va restando y restando y restando, nos deja en la soledad, nos quita
todo. Se pierde con la ausencia de la madre la devoción hecha persona, con los familiares
los pilares que te construyeron, con las mascotas se evapora la compañía, amistad
y fidelidad a toda prueba, con los hermanos se va una parte de ti mismo que te deja
mutilado para siempre. Con los hijos… con ellos se va la vida misma.
Y con los demás que se han
cruzado en tu camino; no importa que tanto te hayas esforzado por tener buenas
relaciones con la gente, ellos te desecharán. No importa que tanto hayas socorrido
a algunos, voltearán el rostro cuando pasen a tu lado. No importa que tanto
hayas vivido y aprendido, a nadie le importará tu experiencia. No importa cuánto
hayas amado, te dejarán de querer. No importa que tanto padecieras las penas de
otros, ellos no tendrán compasión de ti. No importa que tanto los hayas respetado,
te pisotearán. No importa que tanto los hayas halagado, blasfemarán de ti. No
importa que jamás les hayas juzgado, ellos te juzgarán duramente. No importa lo
leal que fuiste, te traicionarán. No importa cuánto los hayas elogiado y
engrandecido, de todas formas te censurarán. No importa que tanto los hayas mimado,
te pagarán con desprecio.
Siempre consideré que en términos
generales, la gente era un mal negocio… no sé por qué no hice caso de mi
intuición.
Que desaliento ese de tener la
sensación de haber arado en el mar, como si la vida hubiera pasado por nuestras
manos en vano, como si no hubiésemos hecho nada.